lunes, 1 de diciembre de 2008

En el Elevador

Erika GH Abrego

El elevador se atoró entre el piso 2 y 3. Ernestina pensó “estás muy gorda”, culpándose por el atasque del elevador. A su lado, un hombre guapo de cabello lacio y largo, miró su reloj, preocupado. Ernestina se mordió las uñas. Se dio cuenta que el hombre la miraba. “Seguro le parezco asquerosa, muy gorda, demasiadas curvas, senos muy pequeños, chaparra, aunque…” El día anterior había tenido sexo con un desconocido, por internet, y para él, Ernestina era casi una diosa: voluptuosa, con toda la carne necesaria colgando de los lados. “Quizá es él”, la mujer dio un paso a su derecha, acercándose más. Seguro que él la querría. Así que Ernestina lo tomó de una mano y lo besó, largamente. El hombre, sin sorpresa, respondió, ella sintió un golpe fuerte, preciso en su panza, el pene endurecido de su compañero le acariciaba sus lonjas. Ernestina se quitó la ropa, sin preocuparse de que el elevador podría seguir su camino en cualquier momento o de que las puertas se abrirían. El hombre le besó los senos, Ernestina estaba lista, con las piernas abiertas frente a él. Perdió el equilibrio y casi se le cae encima. El elevador había vuelto a funcionar. Ernestina se obligó a abrir los ojos y encontrar al hombre, vestido, sin erección, saliendo del elevador en el piso número 3.

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